Opinión Guillermo Fernández Vara: 25 de diciembre FUM,FUM,FUM

Hoy la prensa se hace eco de la posibilidad de que la sesión de investidura se celebre a finales del mes de agosto, tercera o cuarta semana. Si resultara rechazada que, si nada cambia, parece lo más probable, se pondría en marcha “el reloj de la democracia”. Dos meses después sin solución alguna, traerían, tras 55 días desde la convocatoria, una nuevas y terceras elecciones. Sumé y me salía el cuarto domingo de diciembre…Nadie lo quiere. Oye uno opinar a todo el mundo… Yo más bien diría que nadie dice que lo quiere, pero no deja de ser también una opinión. Por cierto, hablando de opiniones, una de las cuestiones más relevantes que se está produciendo en España es la radicalización de las posiciones: “Toda opinión que no coincida con la mía al cien por cien, considero que se separa de la mía al cien por cien”.¡Cómo hemos cambiado! El pasado viernes en LA SEXTA COLUMNA repasaban los difíciles años de la transición. Cuando todo estaba por hacer, cuando las diferencias eran abismales porque nacían de frentes y de barricadas, en España se optó por el diálogo y la negociación. Todo estaba abierto. No había constitución, ni pertenecíamos a la Unión Europea, ni a la OTAN, ni había autonomías. Con los poderes fácticos esperando su oportunidad. En ese momento sin que hubiera más campo de juego sobre el que construir el futuro que la buena voluntad de un pueblo cansado de tanta ira y necesitado de libertad, se optó por el camino más difícil: buscar lo que podía unir, lo que se podía compartir.Cuarenta años después, estando el campo de juego bastante más definido, con una Constitución masivamente aprobada, con el ejército en los cuarteles y la iglesia en las parroquias, perteneciendo a la Unión Europea, a la OTAN, adherido a los Convenios internacionales de la ONU, es decir, con una parte importante de las políticas predefinidas por esa pertenencia, aquí no habla, no dialoga ni negocia ni dios.Cada uno puede tener una ideología, unos principios y valores por los que luchar, pero si los ciudadanos no han querido mayorías absolutas hay que dialogar y negociar. Lo peor de esta situación que estamos viviendo no es la posición de cada uno, sino la nula disposición a encontrar una salida como se encontró en aquellos difíciles años de la transición. Entonces, preso y carcelero fueron capaces de entenderse y hasta de respetarse. Hoy jóvenes universitarios de uno y otro signo, que bien podían ser todos compañeros de clase de Derecho Constitucional o de Economía Aplicada, no han sido capaces, no de encontrase sino de salirse al encuentro, con alguna excepción que hay que reconocer para ser justos.Desde la acomodada posición de quienes tenemos un sueldo digno a final de mes entendemos como normal, lo que desde la desesperada vida de tantos que no entienden nada de lo que está pasando, entienden como excepcional por inexplicable. Estamos convirtiendo la excepcionalidad en normalidad, y los pueblos que se acostumbran a vivir fuera de la normalidad se olvidan de que existe. Y es en la normalidad, en la estabilidad y en la seguridad donde libertad y democracia alcanzan su pleno desarrollo.Muchos ciudadanos creen que las élites  políticas vamos a lo nuestro. En los últimos meses el número de los que así piensan ha crecido exponencialmente. Eso aumentará el abstencionismo en el futuro y perjudicará de manera notable a la izquierda. La responsabilidad es proporcional a la representatividad que cada uno haya conseguido.El daño que esta situación está produciendo dará la cara más adelante y lo pagarán, como siempre, los que más necesitan de la política para tener esperanza en sus vidas. ¿Quién necesita más de un Presupuesto del estado o de una Comunidad? Pues los parados para que haya políticas activas de empleo, los enfermos que necesitan un trasplante, los niños que precisan de una buena escuela o los abuelos que viven de su pensión.No sé qué pasará, pero sí sé lo que no pasará. Nadie  querrá pasar a la historia como quien dió el primer paso para salirse al encuentro. Eso es cosa del pasado. Hoy solo vamos juntos a cazar un Pokémon…Guillermo


Nadie lo quiere. Oye uno opinar a todo el mundo… Yo más bien diría que nadie dice que lo quiere, pero no deja de ser también una opinión. Por cierto, hablando de opiniones, una de las cuestiones más relevantes que se está produciendo en España es la radicalización de las posiciones: “Toda opinión que no coincida con la mía al cien por cien, considero que se separa de la mía al cien por cien”.

¡Cómo hemos cambiado! El pasado viernes en LA SEXTA COLUMNA repasaban los difíciles años de la transición. Cuando todo estaba por hacer, cuando las diferencias eran abismales porque nacían de frentes y de barricadas, en España se optó por el diálogo y la negociación. Todo estaba abierto. No había constitución, ni pertenecíamos a la Unión Europea, ni a la OTAN, ni había autonomías. Con los poderes fácticos esperando su oportunidad. En ese momento sin que hubiera más campo de juego sobre el que construir el futuro que la buena voluntad de un pueblo cansado de tanta ira y necesitado de libertad, se optó por el camino más difícil: buscar lo que podía unir, lo que se podía compartir.

Cuarenta años después, estando el campo de juego bastante más definido, con una Constitución masivamente aprobada, con el ejército en los cuarteles y la iglesia en las parroquias, perteneciendo a la Unión Europea, a la OTAN, adherido a los Convenios internacionales de la ONU, es decir, con una parte importante de las políticas predefinidas por esa pertenencia, aquí no habla, no dialoga ni negocia ni dios.

Cada uno puede tener una ideología, unos principios y valores por los que luchar, pero si los ciudadanos no han querido mayorías absolutas hay que dialogar y negociar. Lo peor de esta situación que estamos viviendo no es la posición de cada uno, sino la nula disposición a encontrar una salida como se encontró en aquellos difíciles años de la transición. Entonces, preso y carcelero fueron capaces de entenderse y hasta de respetarse. Hoy jóvenes universitarios de uno y otro signo, que bien podían ser todos compañeros de clase de Derecho Constitucional o de Economía Aplicada, no han sido capaces, no de encontrase sino de salirse al encuentro, con alguna excepción que hay que reconocer para ser justos.

Desde la acomodada posición de quienes tenemos un sueldo digno a final de mes entendemos como normal, lo que desde la desesperada vida de tantos que no entienden nada de lo que está pasando, entienden como excepcional por inexplicable. Estamos convirtiendo la excepcionalidad en normalidad, y los pueblos que se acostumbran a vivir fuera de la normalidad se olvidan de que existe. Y es en la normalidad, en la estabilidad y en la seguridad donde libertad y democracia alcanzan su pleno desarrollo.

Muchos ciudadanos creen que las élites  políticas vamos a lo nuestro. En los últimos meses el número de los que así piensan ha crecido exponencialmente. Eso aumentará el abstencionismo en el futuro y perjudicará de manera notable a la izquierda. La responsabilidad es proporcional a la representatividad que cada uno haya conseguido.

El daño que esta situación está produciendo dará la cara más adelante y lo pagarán, como siempre, los que más necesitan de la política para tener esperanza en sus vidas. ¿Quién necesita más de un Presupuesto del estado o de una Comunidad? Pues los parados para que haya políticas activas de empleo, los enfermos que necesitan un trasplante, los niños que precisan de una buena escuela o los abuelos que viven de su pensión.

No sé qué pasará, pero sí sé lo que no pasará. Nadie  querrá pasar a la historia como quien dió el primer paso para salirse al encuentro. Eso es cosa del pasado. Hoy solo vamos juntos a cazar un Pokémon…

Guillermo

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